jueves, 12 de noviembre de 2015

Equivocación

y quiza la desesperación
el verte así tan tú
de pronto, pálida.
fue como el auge
la revolución y aprehensión
de la esperanza.

Estabas así
intacta,
te congelé
decenas de veces
en el recuerdo
como la invocación
de algo, de ti
de un insomnio programado
en nosotros
y por nosotros.

Te nombré
tal vez
cientos de veces
lúcida
nívea
lejana y más lejana
creo que fueron cien,
etérea.

Te seguí los ojos
probablemente los hallé
insistí
profundamente insistí
pero jamás
me interpondría
entre el doble cristal
de tu existencia.

Dije que existías
impávida
tierna
tenue
como un desplome
o una antesala
o una esperanza.

Me equivoqué
erré de tanta eternidad
fuiste etérea
y eterna
hasta las once
más diez.
te declaré inmortal
un par de veces
sosteniendo el cristal
el segundo
el tuyo.

Te bailaban los dedos
a-síncronos
sobre los átomos del aire
y me equivoqué
y es que ya no debo
equivocarme
y quiza la desesperación
el verte así
temblándote las manos
blanquísimas
y sé que no debo
y sé que bailabas
inmortal
ingenua
insegura de ti misma
la intacta
tenue
tierna
la que declaré eterna
hasta las doce
menos cincuenta.

Yo No Sabía Que No Tenerte Podía Ser Tan Dulce Como Nombrarte Para Que Vengas, Aunque No Vengas... Y No Haya Sino Tu Ausencia, Tan Dura Como El Golpe Que Me Di En La Cara Pensando En Vos...



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